El lado oscuro de las empresas de VPT

Según informa “Madridiario”, estas empresas con una nueva forma de transporte de personas por las ciudades españolas, tiene unos aspectos laborales que hacen pensar que el nuevo servicio no es tan perfecto como parece.

La receta de su éxito radica en el servicio que prestan sus conductores. Una botella de agua, elección libre de música, ventanas tintadas, precio fijo y un servicio, normalmente más barato que el prestado por los taxistas. Servicios que son atractivos y que cada día reclaman más usuarios. Pero, tienen un precio que no pagan ellos, esa tarifa va a cargo de los trabajadores, según se desprende de la información del diario digital, que recoge denuncias de trabajadores del sector.

Fuentes de Cabify se desvinculan totalmente de estas acusaciones. La compañía se escuda en su forma de negocio, que sigue un modelo de «agencia de viajes»: no cuenta ni con vehículos propios ni con licencias, sino que «proporciona servicios de terceros a los usuarios a través de la aplicación».

Las principales quejas de los trabajadores se concentran en tres ámbitos: horas trabajadas, sueldo y precariedad.

Se firman ocho horas pero que son un total de 10 y media las que deben estar de servicio, ya que la aplicación tiene que estar abierta durante, al menos, 12 horas, a las que hay que restarle un descanso de 90 minutos.

Les marcan un mínimo de facturación: 3.000 euros, si alcanzan esa cifra, Cabify se queda un porcentaje (19 por ciento), del dinero restante se reparte entre el trabajador (43 por ciento) y la empresa ‘subcontratada’ (57 por ciento). Si la facturación no alcanza tal nivel, el sueldo del trabajador queda reducido a 800 euros.

Adaptarse al mercado

Cada semana se producen despidos, sin previo aviso, por causas tan variadas como la lentitud, ya que cumplir los mínimos no es suficiente. Claro que esto no quiere decir que todos los trabajadores de Cabify cuenten con estas condiciones, pues pueden variar según la empresa que les contrate o su condición de autónomos.

Por su parte, el diario Expansión, recoge las palabras del presidente de la Fundación Telefónica, César Alierta, que aboga por la regulación de empresas como Cabify y Uber, y apoya las reclamaciones del sector del taxi, diciendo que las empresas de alquiler con conductor (VTC) Uber y Cabify, deben pagar impuestos y contar con autorización.

Sin embargo, leemos en Intereconomía que Unauto, la patronal de las licencias de VTC, explica que los taxistas se acogen a la tributación por módulos, mientras que los autónomos titulares de licencia VTC que trabajan para empresas como Cabify y Uber, deben tributar por el sistema de estimación directa. La diferencia es muy clara: los taxistas pagan tan solo 916 euros en impuestos por cada 60.000 kilómetros recorridos, mientras que un propietario de licencia VTC paga 8.860,23 euros por el mismo trayecto. Todo pese a que la ley les incluye en el mismo régimen fiscal.

El conflicto de intereses hace que la polémica en el sector del transporte de personas continúe en los próximos meses, o que, poco a poco, todos se vayan adaptando al mercado.

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El lado oscuro de las empresas de VPT
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El lado oscuro de las empresas de VPT
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La receta de su éxito radica en el servicio que prestan sus conductores. Una botella de agua, elección libre de música, ventanas tintadas, precio fijo y un servicio, normalmente más barato que el prestado por los taxistas. Servicios que son atractivos y que cada día reclaman más usuarios. Pero, tienen un precio que no pagan ellos, esa tarifa va a cargo de los trabajadores, según se desprende de la información del diario digital, que recoge denuncias de trabajadores del sector.
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Equal Abogados
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